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Repitiendo y Equivocándose: el algoritmo universal para el aprendizaje.

¿Qué  es un algoritmo?

Un algoritmo es un conjunto metódico de pasos para crear, hacer cálculos y solucionar problemas. Un algoritmo no es un cálculo concreto, sino el método que hay que seguir para garantizar el resultado exacto. Por lo tanto, repetir y equivocarse es el método intrínseco al aprendizaje e incluso podríamos decir que así viene “configurado de fábrica” el cerebro y no sólo el del niño, también el del adulto que se propone aprender algo nuevo. 

Entre más espacios ofrezcamos al niño donde se sienta libre y seguro, sin presión del tiempo; más curioso y motivado estará por aprender de todo lo que lo rodea.  

Como ya lo he referido en artículos anteriores, los principales encargados de crear los cimientos para el desarrollo integral del niño son los padres. Dichos cimientos deben estar compuestos principalmente de amor incondicional, confianza en el niño, un adulto y ambiente predecible. Estos elementos permitirán que haya un mejor desarrollo en la esfera cognitiva, puesto que nadie aprende “bien” bajo presión o amenaza.

Debemos comprender que el niño de lo que más necesita es de tiempo y pareciera que es de lo que menos disponemos como adultos. Vivimos en una cultura del Spring, donde todo va a prisa. Sin embargo, muy cara es la factura que nos ha pasado: cada vez niños más ansiosos y desmotivados. 

Los países del norte de Europa como Finlandia, Noruega, Suecia, etc. Tienen un modelo educativo el cual consiste en “atrasar”  la introducción de contenidos académicos. La educación obligatoria inicia hasta los siete años y hasta los diez u once años es cuando inician a recibir calificaciones numéricas por asignaturas como historia, biología o geografía.  

Cabe destacar, que siempre se encuentran en los primeros lugares en los resultados del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes – PISA. Pero, ¿por qué tienen el mejor sistema educativo? Porque consta de acompañar al niño ha hacerlo por sí mismo; enfocándose en fomentar el pensamiento creativo, la experimentación, el trabajo en equipo y un ambiente educativo agradable y estimulante. 

Cabe mencionar, que ponen especial atención en quienes acompañan al niño: los maestros. Las cualidades que consideran que debe tener un maestro son capacidad de comunicación e interacción, amplia formación moral y ética y compresión del niño.  Cualidades que sin duda deben de adoptarse como padres.   

 Y, ¿Qué hacen los niños antes de los siente años? 

Número uno: Jugar. 

Ya lo decía en el año 2015 el decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Helsinki, Jari Lavonen: “La niñez es para jugar, para hacer cosas con otros, para colaborar, no para se educado de una forma reglada y pesada. Un niño de cuatro años tiene que jugar, no estar en una escuela con una educación reglada.” 

También exploran y ponen a prueba su cuerpo en función del entorno. Es decir, aprenden a cocinar, deportes, tienen “proyectos” en equipo donde aprenden con otros y de otros, que son sus coetáneos. Aprenden jardinería  y todas esas actividades de la vida diaria que permiten el desarrollo socioemocional que se requiere para contenidos de índole académica. Asimismo, son actividades que les permite enamorarse de la vida, de la condición humana y la naturaleza.

Por lo tanto, la base que permitirá que el niño este listo para los contenidos de índole académica y que el niño debe desarrollar en la infancia temprana es la confianza; la confianza en sí mismo y en el otro. Ambas se retroalimentan simultáneamente y los niños con confianza aprenden a jugar a aprender. 

Y la confianza en sí mismo el niño la desarrolla porque los estímulos, el tiempo y sobretodo el adulto quien acompaña brindar lo que necesita de acuerdo a la etapa. Por consiguiente, deberá estar consciente que el niño necesita tiempo para repetir y aprender a vestirse, amarrarse las agujetas, lavarse las manos, servirse un vaso con agua, etc. ¿Cuántas veces no lo hacemos los adultos por ellos? Porqué tenemos prisa, porqué va a ensuciar o a ensuciarse, se puede lastimar o enfermar, etc. 

Creo que muchas veces tenemos miedo de lo imperfecto, a la equivocación y tratamos que el niño se encuentre ahí lo menos posible. Pensamos que si no lo presionamos, si no re direccionamos o damos la respuesta, no lo aprenderá. Pero la imperfección, la equivocación no es un estado permanente sino el camino para la perfección y lo que gana de ese proceso de repetir y equivocarse; además de adquirir nuevos aprendizajes es: confianza en sí mismo.

Por lo tanto, como padres es importante cuestionarse: 

¿Cómo me siento ante mis errores? ¿Soy amable conmigo mismo cuando incurro en un error? Cuando me equivoco: ¿Me reprocho? ¿Pienso que soy incapaz de hacerlo mejor? ¿Abandono la actividad? A partir de cómo se vive como persona, probablemente lo acometamos hacia nuestros niños.  

La manera que respondamos ante la equivocación es como el niño se va a vivir tanto en su presente como en el futuro: depende de nuestra respuesta que confié en sí mismo o a que se sienta un error. 

Para concluir, les dejo con las palabras de Francisco Mora: “Sólo con la repetición hecha por el niño mismo y la rectificación de los errores cometidos es como se experimenta una reacción emocional, aquella de la recompensa y el placer, y con ella se sedimenta, con solidez en la memoria, lo que se ha aprendido.”   

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Licenciada en Psicología Infantil por Cetys Universidad, Tijuana. Especialidad en Trastornos del Neurodesarrollo. Ocho años de experiencia en Consulta Privada a Padres y Maestros. Actualmente, coordinadora de Dpto. Psicopedagógico en una Institución Educativa Privada.

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